¿Los kioscos pueden morir?

Los kioscos nacieron como una audaz acción de marketing, en tiempos en que el marketing no existía y los empresarios tenían más olfato que universidad. Según los que saben, los visionarios fueron unos ingeniosos fabricantes de cigarrillos que estudiaban a los pasajeros del tranvía mientras esperaban su llegada. Entonces no se formaba una fila, sino que la gente se agolpaba alrededor de un poste. Los fabricantes notaron que los hombres aguardaban con la mirada baja, quizá porque las costumbres de la época impedían a un caballero solazarse en la contemplación obvia de una dama. Se les ocurrió entonces dejar en el suelo marquillas vacías de sus cigarrillos, para que atrajeran la atención. Y lo lograron.

Pero la acción no estaba completa. Faltaba que los cigarrillos pudieran venderse en ese mismo lugar, aprovechando la acumulación de público. Con esa idea, un día golpearon a la puerta de la vecina más próxima a la parada y le ofrecieron vender los cigarrillos a través de la ventana de su casa. El éxito fue inmediato. Al poco tiempo, comerciantes italianos decidieron sumarse para que también se ofrecieran sus toscanos Avanti. Y luego fueron los griegos, que dominaban el mercado de golosinas, los que incorporaron sus productos. Fueron ellos los que comenzaron a llamarlos quioscos, palabra de origen turco – kösk – traída por los griegos al país.

Así, mientras en otras ciudades los quioscos tomaban la forma de una glorieta, ubicada por lo general en plazas y parques, en Buenos Aires emergían desde el interior de casas de familia. Se expandieron por toda la ciudad y durante décadas su fortaleza fue tal que el éxito o fracaso de cualquier producto quedó determinado por su comercialización o no en ellos.

Pero el tiempo todo lo cambia. Aquellas ventanitas comenzaron a extinguirse en la década pasada. Fueron reemplazadas por maxiquioscos, que hoy ocupan las esquinas más cotizadas de la ciudad. Cada vez dependen menos de los cigarrillos y ahora ofrecen desde celulares hasta remedios. Algunos incluso tienen un par de mesas sobre la vereda.

La Legislatura aprobó la semana pasada un nuevo código de publicidad que les impide a los quioscos poseer marquesinas o toldos con marcas. Será un golpe económico importante que obligará a los maxiquioscos a transformarse para subsistir. Pero para las pocas ventanitas que aún sobreviven en los barrios, significará la certeza de que a aquella gran idea surgida alrededor de la parada de un tranvía le está llegando su fin.

 

 

Fuente: La Nacion

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