Según la unión que los agrupa, no pueden competir con los precios de las empresas que instalan negocios en serie. “No vienen a competir, vienen a destruir”, acusan.
Saben cuál es la golosina favorita de sus habitués. Reciben la llave de la casa de alguno, escuchan las angustias de otro. Por años resisten en la misma cuadra las distintas crisis. Son los kiosqueros y kiosqueras de barrio, que hoy le hacen frente a una nueva amenaza: la competencia de las cadenas de kioscos, que se diseminaron como hongos en el último año.
Basta recorrer con atención una calle cualquiera para apreciar el cambio. Por ejemplo, Paraguay cerca de Plaza Armenia, en Palermo: hay tres kioscos de una misma cadena en menos de 200 metros. Algunos de ellos son locales del rubro que antes eran atendidos por sus dueños.
Unas cuadras más adelante, en Paraguay 3511, Silvia y Carlos se despiden de su kiosco y del barrio con un cartel escrito a mano. “Qué más que agradecer los años compartidos con todos ustedes. Gracias!!!”, dice la cartulina pegada a unos centímetros del letrero de “Alquila”. En un costado, Florencia escribió: “¡Fuerza, Silvia! Mis hijas y yo te vamos a extrañar”.
No es una historia aislada: según la Unión de Kiosqueros de la República Argentina (UKRA), en la Ciudad de Buenos Aires cierran kioscos todos los días. Primero se vio en Belgrano, Recoleta y Palermo. Ahora se observa en Villa Urquiza, Devoto, Villa del Parque, Coghlan, Colegiales y Floresta.
“Vemos que están desapareciendo los kioscos de barrio donde se instalaron las cadenas más fuertes, como El Jevi, K24 y Cartus724 -observa Ernesto Acuña, delegado porteño de la UKRA y dueño de un kiosco en Villa Urquiza-. Se les ponen al lado y, como son cadenas, consiguen precios más competitivos”.
Le pasó al kiosquero Leo Rijni, que desde 2013 atiende en Rivera al 5100, en el mismo barrio. Hace menos de un mes vio cómo gran parte de la clientela se mudaba a la esquina de esa calle con la avenida Triunvirato, donde se instaló un kiosco de cadena.
“No vienen a competir, vienen a destruir. No sé cómo venden a precio de costo. Es imposible mantenerse así”, sostiene Rijni.
Lo mismo sufre Fernando, dueño hace tres décadas de un kiosco en Córdoba casi Junín, a pasos de Facultad de Medicina. En 2008 llegó uno cuatro veces más grande a pocos metros. El año pasado desembarcó uno de cadena, que se ubicó del otro lado. Quedó rodeado.
“Estas cadenas instalan locales de a decenas y no sacan demasiado por cada uno, pero sí en la cuenta general -analiza Fernando-. Los que vivimos de un solo negocio estamos en serios problemas. El pez grande se come al chico y el Estado mira para otro lado”.
Con esa postal en mente, en 2019 la UKRA envió a legisladores porteños un proyecto de ley según el cual no debe haber un kiosco a menos de 100 metros de otro en la Ciudad. También fija en 5 el máximo de locales del rubro de una misma cadena. El texto nunca fue tratado, por lo que volvieron a presentarlo este año.
Mientras tanto, desde la Unión se organizan para frenar el desembarco de las cadenas de kioscos en Villa Urquiza. Ya se reunieron con el presidente de la Comuna 12, Gabriel Borges. Consultado por este diario, el comunero indicó que hace diez días envió consultas a la comisión de Desarrollo Económico y a la de Defensa de Consumidores y Usuarios de la Legislatura.
SUPERMERCADOS Y FARMACIAS
El reto que representan las cadenas de kioscos se suma al que ya suponen desde hace años los supermercados y farmacias que venden golosinas. La resolución 1632/13 del Ministerio de Salud, que prohíbe que las farmacias incurran en esa práctica, en un principio pareció un avance, pero quedó diluida en la práctica.
Samanta Rodríguez tiene un kiosco en Valentín Gómez 2900, en Balvanera. Hace dos años se instaló un supermercado de cadena a la vuelta, que le hizo perder clientela. También perdió las esperanzas: “Estos monstruos de locales gigantes te comen. Creo que el kiosquero de barrio está destinado a desaparecer”.
Una especie en extinción que además es rareza en otras partes del mundo. Nacidos en ventanas familiares que luego se expandieron, venden cigarrillos, golosinas, fotocopias, sándwiches y hasta juguetes, una combinación difícil de encontrar afuera. Y que, de agravarse el panorama, será también cada vez más difícil de encontrar en la Ciudad.