Don Abel Saint comenzó con un pequeño comercio dedicado al tostado de café y, más tarde, se dedicó a la elaboración de chocolates. El apoyo que este recibía por parte de sus consumidores hizo que el sorprendente crecimiento de su negocio lo obligara a instalar, en 1894, una fábrica en la calle Herrera del barrio de Barracas. Hoy esa fachada, que se reconoce por la figura de un águila, llegó a convertirse en un emblema histórico de la ciudad de Buenos Aires.
Durante el período abarcado entre los años ’30 y ’70 llegaron a producir y a comercializar aproximadamente 100 productos diferentes, entre los que se encontraban los helados Laponia, bombones Colibrí, los llamados Águila Express que venían laminados en hojas y en escamas, y el famoso Comprimido Águila. En esos años llegaron a emplear 1.800 personas de forma permanente.
En la década del ’80 se produce la revitalización y evolución de Aguila. A partir de los resultados de una investigación de mercado, la cual anticipaba que el consumo del producto estaba variando, se preparó a la marca para entrar en los hogares como insumo para la preparación de tortas y postres. Así fue como en 1982 se rediseñó el logo y las etiquetas de la tableta, y se estableció el clásico color rosa como identificatorio. A partir de ese año y hasta la fecha, Aguila se ha mantenido permanentemente activa convirtiéndose en el «especialista» de la categoría.
Bajo esta premisa, y para continuar con el legado culinario de varias generaciones de argentinos que hicieron suyo el chocolate Aguila como insumo imprescindible para cocinar platos dulces, Aguila creó un libro de recetas llamado «El nombre del chocolate». Con más de 300 páginas, este libro recorre los principales hitos históricos de la marca y presenta más de 130 recetas que incluyen desde los tradicionales browines y fondue de chocolate, hasta riquísimas tortas, postres e incluso platos salados. El libro estará a la venta para el público en las librerías Yenny y El Ateneo a lo largo de todo el país.